Me dicen que no proteste tanto por las obras de la Autovía que pronto se acabarán, aunque se me revuelvan las tripas al recordar el último accidente en el viaducto de nuestra ciudad hace unos días. Sobre todo porque pasé por allí unos días antes y se me vino a la cabeza que alguien despistado podría ser víctima de ello.
Y el "marrón" se lo comieron mis compañeros cuando el alba todavía no llegaba a despuntar.
A la llegada la escena era muy complicada, con gente pasándolo mal y en medio de un caos al que se fue poniendo orden. Lamentablemente hubo personas que ya no podrán contar sus vacaciones en Marruecos, ni disfrutar de la salida o el ocaso del sol cerca de la arena, al abrigo de sus familiares. Ni ver las caras de aquellos que hacía un año que no veían. Personas destrozadas por la pérdida de seres queridos que aguardaban noticias de los que salvaron la vida, a la puerta del Hospital Clínico al día siguiente.
Las caras de aquellos que estuvieron dentro de la vorágine, demuestran que no siempre soportamos lo que nos echen y muchas veces tenemos que tragarnos un palo bien grande para seguir tiesos.
El tiempo irá curando también estas heridas.
Las de aquellos que vemos este tipo de cosas...
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