29 agosto 2014

A ver.... breiko, breiko.

Hace muchos años que trabajo en esto del transporte sanitario, y todavía recuerdo la primera vez que le vi.
Éramos de empresas distintas. Él pertenecía a ambulancias salmantinas y yo era del virgen del castañar, aunque la relación siempre fue cordial, más que eso, fue una buena relación. Y cuando tenía algún servicio a Béjar comía conmigo en casa de mi hermano, un comedor universitario que tiene precios acomodados, de esos donde acuden los estudiantes y viudos solitarios.
Siempre me gustaron sus insignias, unas del SAMUR, otras de jornadas de emergencias, muñecos colgados del chaleco, la emisora de banda ciudadana que siempre tenía en la ambulancia... aunque su aspecto bonachón, la gorra desteñida y su sempiterna barba es lo que más le caracteriza.
Cuando le conocí trabajaba también en una discoteca de Peñaranda de Bracamonte, de donde es él. Por la noche de camarero y por el día de conductor. Eran otros tiempos...
Hoy 28 de septiembre es su cumpleaños (65), me enteré esta mañana cuando el facebook de EMERSAN dio la noticia. Hace días me había dicho que la jubilación estaba por llegar y charlamos amigablemente de los años que habíamos pasado juntos. Exactamente 23. 
No quiere irse ni con agua caliente, por más que le hayamos convencido de lo contrario. Sé que se va obligado, tanto por la edad como por los achaques que últimamente le tenían renqueando.
Me dijo cosas que me emocionaron. Cosas que quedarán entre los dos como quedaron las confesiones que durante lustros nos hicimos. 
Y los dos hemos visto irse algunos compañeros en un recuerdo amargo, de personas que apreciábamos y que ya no están entre nosotros... pero eso ya no tiene remedio. 
El domingo será su última guardia. Le dije que cuando llegara la hora de la jubilación tendríamos que celebrarlo, más que nada por pasar un buen rato. Sólo espero que lo cumpla.
Fue un buen compañero, aunque por encima de eso, una gran persona.
Disfruta Aurelio, muchos te echaremos de menos.

29 julio 2014

Decíamos ayer..... después de casi dos años

Decíamos ayer... 
Con esta frase comenzó Fray Luis de León, Agustino del Siglo XVI, después de cinco años de encierro en la cárcel por la Inquisición. Y la verdad, no es que la Santa Inquisición a mí me hubiera encerrado durante estos casi dos años (que con ganas se han quedado) sino que ha sido por voluntad propia de aquel que, retirándose a su celda, promete retiro espiritual (que no carnal) para poner en orden ideas y, a veces, contradicciones.
Y la verdad es que han pasado muchos días desde entonces. Unos, que si El Calvo del 112 no escribe en el blog por vaguería y otros que, sabiendo de mis locuras dicen que estoy de "capa caída".
Pero es que el otro día en la guardia se me acerca una médico nueva y me dice que antes de venir a la base a currar ¿? encontró por casualidad este blog en el cual le sorprendió el punto de anormalidad de un conductor metido a técnico, que escribía sobre lo que le pasaba (literalmente o no) en las guardias....Y me tocó la fibra sensible.
Ana, que así se llama la médico, o quizá no, me dice que le gustaron las historias de los que día a día ponen su pellejo en las manos de un tío con cara de pirata, barrigón (como todos los conductores) más calvo de el culo de un mono... aunque sincero, paciente, leal y un poco "protestón". (juraré siempre que esto no lo ha dicho ella, sino que es de cosecha propia).
Y ahora me encuentro como antes, delante del ordenador intentando que los de "arriba" no se enfaden demasiado con las historias que cuento (reales o no) de las cosas que nos pasan en las guardias (ficticias o no). Y la prometí que el primer post sería para enfadarme de una manera enérgica por la "normalidad de lo anormal" de la sociedad ante la muerte.
Encontramos hace unos días una persona ahogada de la cual nada se pudo hacer por su vida. El río, saltando de manera ruidosa por la presa, no hizo sino ser testigo del fallecimiento de un hombre medianamente joven. Los ciudadanos, de manera tremendamente "normal", seguían con sus quehaceres, tomando el sol, jugando a la pelota o merendando. No me lo podía creer. Allí estábamos los demás, mojados hasta los calzoncillos, mientras los niños comían el bocadillo de nocilla o choped. 
Se me quisieron saltar las lágrimas, más de pena por ellos que por el hombre que hundía sus tobillos en el agua. No me podía creer que, después de ver la muerte de una persona, alguien con dos dedos de frente se pudiera bañar en el mismo agua, tomar el sol a pierna suelta a escasos dos metros o probar esa cervecita fresca de la nevera azul cointra.
Llegué a la base hastiado de una sociedad que seguramente no tenga culpa de su actitud. Pero seguramente hace unos años el río se hubiera vuelto negro de luto y los pájaros hubieran dejado de cantar. 
Seré antiguo, pero hay cosas que no entiendo....