17 septiembre 2016

Francisco se llama, Paco le llaman.

Llovía todo lo que cogían las nubes. Dicen que es el primer hachazo al verano. 
Salimos camino de la residencia de ancianos. La carretera es larga y tortuosa. Se nota que la Diputación Provincial no tiene mucho en cuenta este camino de la provincia y la dejadez a la hora de desbrozar las cunetas se nota.
Sería media mañana y tras aparcar dentro del recinto entramos a visitar a la paciente. Una mujer menuda y enjuta que, postrada en la cama, pasaba sus últimos años. Prefiero no pensar....
Me salí a la calle. A veces lo hago si la urgencia lo permite para no cargar la mente de pensamientos negativos. Es sólo un recurso. 
Caía agua a mares. Y allí estaba, esperando, nervioso. Es pequeño, con boina calada hasta los huesos (como diría Sabina) y apoyado en un bastón. Calza botas negras y pantalón gris marengo que le queda amplio, como si hubiera bajado unos kilos de más. Sus ojos llorosos de haber visto demasiadas cosas le delataban casi la edad, aunque luego supe que me equivocaba. Caminaba de un lado a otro de la terraza.
Estuve un rato mirándole hasta que le pregunté por la edad.
- Buenos días. ¿Cuántos años tiene?-. Él me miró con los ojos pequeños y llorosos y me dijo: - Y usted, ¿cuántos me echa?-. 
Siempre he creído que la gente tiene menos edad de lo que aparenta y en un impulso por no quedar mal, le dije, -ochenta y cinco-. Sonrió maliciosamente y me adelantó que era la persona con más edad no sólo de la residencia, sino del pueblo entero. Y como quien tiene un tesoro, me dijo con la complicidad del que no quiere que nadie se entere: -el cinco de diciembre noventa y ocho-.
Creo que puse cara de circunstancias.
Allí estaba esperando que dejara de llover porque tenía que ir a quitarle los huevos a las gallinas. -Mire-, me dijo. -Hay que quitárselos todos los días porque así ponen más. Tengo un huerto aquí al lado que de vez en cuando lo siembro. Este año patatas ya no, pero sigo con los tomates y los pimientos. Francisco me llamo, aunque me llaman Paco-. 
Cuando nos íbamos allí quedó. Esperando que escampara.